Por Omar Cid M.
Liderazgo; (del cual se ha escrito tanto), y si ponemos atención en su poder, en parte lo hemos definido o asociado a ese “carisma”, a esa capacidad de influenciar a otros para el logro de metas, de objetivos. Una influencia que se entendería como que las personas hacen lo que ‘dice’ el líder; y para mi ahí esta la trampa y el misterio.
Por un lado ¿cómo logra esa influencia? y decimos que se debe a un conjunto de capacidades que tiene alguien, esas competencias incluyen las técnicas, las afectivas, las relacionales y de conciencia. Opinamos del poder de acción de alguien, de que es capaz de hacer algo a lo cual nos queremos sumar.
Eso, en la aparente luz, y en las sombras el liderazgo no existe si no hay personas a las cuales influenciar, o ¿si estas se resisten?, o ¿aceptan? pareciera que tienen ellas más poder que solo el que influencia. Incluso el puente de autoridad aparece como una concesión, una transferencia de autoridad.
Atribuimos poder a un ‘líder’ para ‘hacer algo’, si no está esa concesión, no hay liderazgo; (ya lo sabrán directores de equipos de fútbol, políticos, sindicatos, empresariales, etc.). Algo se logra con la declaración jerárquica, la jefatura, pero si no está el traspaso de autoridad de quienes pertenecen a la comunidad (en términos emocionales, cognitivos y de sentido), no pasa nada. Un poder concedido, en que vemos posibilidades, si no las vemos, si no creemos o no confiamos, no hay liderazgo.
El conjunto de personas, en sus conversaciones, van definiendo quién es líder en algo y en qué, se comparten y rondan opiniones, algunas fundadas, otras no. Otras no se pueden ni fundar; pero están. La opinión de otras personas sobre el poder que tiene alguien sobre ellas; es justamente lo que define el poder que tienen. Es nuestra propia opinión.
Escuchamos, y nos escuchamos al mismo tiempo, y leemos y buscamos coincidencias con lo que nos inquieta, hablamos de lo que queremos que suceda, o lo callamos; pero de todas formas, nos guiamos por ello. Y conformamos los liderazgos que nos conducen. En el fondo nosotros decidimos.
En nuestras propias distinciones habitan, recuerdos e informaciones, gestos y sentimientos que gatillan que en una organización/comunidad exista un/a líder, y que es evaluado/a según el grado de conciencia y responsabilidad de cada cual (víctima, independiente o interdependiente).
La pregunta se vuelve a nosotros, ¿a quien le creemos?, ¿qué hace que confiemos?, ¿cuanto hay de nosotros en esa opinión?. ¿cuando aprendimos que esos gestos nos darían el pie para confiar y conceder liderazgo?; ¿qué tememos?, ¿qué ambicionamos? ¿qué podría pasar?.
Y volvemos a los hechos frescos, a otros inolvidables, a historias, a relatos, a nuestra intuición, a registros personales difusos, otros claros; que nos hablan de confiar o desconfiar. Le sumamos la historia de nuestra comunidad, que en parte no alcanzamos a estar concientes de ella, una comunidad que palpita y transmite formas de actuar, de resolver los problemas, de relacionarse, que nos dice por una parte lo que es importante (7%) y por otra hace lo que hace, guiada por el piloto automático (93%). Aprendemos de ella, casi sin darnos cuenta.
Estamos en un misterio de la sombra, desde donde surge el liderazgo, nuestra memoria (individualcolectiva), nuestra intención, lo que creemos bueno. ¿a quienes consideramos líderes?. ¿cuanto de esta definición esta vinculada a nuestros padres?, ¿a esa historia que se pierde en recuerdos infantiles que incluso no están conscientes?.
¿Cuanto de nuestras distinciones habitan en nuestros maestros, profesores e instructores?, ¿a quienes de ellos/as admiramos?. y ¿nuestros amigos?; ¿aquellos que influenciaron nuestra vida?, ¿aquellos que eran líderes de pandilla, de juegos, de tareas escolares?.
Así llegamos a nuestro presente, con este acervo, con esos mapas, con esas opiniones. Y, no es nuestro futuro, porque nuestro origen no es nuestro destino. No lo ha sido.
Nuestros actos, nuestros aprendizajes nos definen, podemos seguir aprendiendo si queremos, podemos crear nuestros propios recuerdos, incluso, cada vez que recordamos reescribimos nuestra historia. Entonces ¿Cuál sería la tarea?: creo que hacernos conscientes de nosotros mismos, a que le damos poder con nuestros actos, ¿qué estamos sembrando en cada acción?.
Nuestros propios actos que diseñan nuestros recuerdos, al mismo tiempo diseñan (influencian) la memoria de otros, las afectan. Si decimos no, mostramos a otros que es posible el “no”. Si tenemos miedo, generamos miedo, si escuchamos, nos escuchan, si somos libres, mostramos que es posible. Lo que queremos, es lo que enseñamos.
Ampliando nuestro acervo, incluyéndolo y trascendiéndolo, desde esos recuerdos de niño, de juventud, cuando jugábamos y nos creíamos entre nosotros.
Y es tarea, es un trabajo de autoconstrucción, nuestros actos se enfrentarán a nuestros registros, y habrá conflicto; mientras hacemos nuestra historia, daremos a conocer lo que es posible o sobre lo cual dimos la lucha, y en eso, los que están con nosotros y se sumarán, dirán que nosotros somos líderes, y nosotros diremos que estamos al servicio.
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