Por Omar Cid
El 1 de mayo de 1886 comienza una huelga en Chicago exigiendo una jornada laboral de 8 horas, los sindicalistas líderes de esa protesta fueron ejecutados tiempo después. Hoy damos por obvio ese derecho, es un estándar compartido, como otras condiciones que damos por básicas. No siempre ha sido así, ni tampoco en todos lados.
El trabajo que realizan las personas genera productos y condiciones para que otras personas puedan disfrutar del bienestar, ese trabajo es el origen y el destino de la salud de las personas que lo realizan.
Entonces, por ejemplo, si haces un trabajo igual al de otra persona con la misma calidad, deberías recibir un pago equivalente y no debiera diferir en razón de tu género, etnia o religión. No en teoría. Y no da igual las condiciones en donde se realizan esos trabajos, pero hay más. Tampoco da lo mismo el tipo de trabajo, sus riesgos, quien lo hace y bajo que condiciones.
Una persona que está activa económicamente dedica 33% de su tiempo a trabajar. Si consideramos los traslados y la baja productividad, en el caso de Chile podría llegar hasta un 50% de su tiempo vital. Pensar en dedicar tiempo a dormir y descansar para recuperararse, estar con la gente que queremos y a la recreación personal (que incluye capacitarse) es muy díficil y la situación para muchos cae el ámbito de explicaciones como: “Así es la vida” o “es lo que te toco”.
Las condiciones sociales del empleo y del trabajo tienen efectos considerables sobre la equidad en materia de salud, es decir, los factores que enferman a las personas están determinados por su estatus socioeconómico, y en el trabajo es donde es más potencialmente evidente ser afectado por las condiciones de ese trabajo y no por la genética o enfermedades transmisibles.
Nuestra salud se ve beneficiada por las buenas condiciones de trabajo, dado que pueden proporcionar protección y posición social, oportunidades de desarrollo personal, y protección contra riesgos físicos y psicosociales. También pueden mejorar las relaciones sociales, la autoestima de los empleados y con ello producir efectos positivos para la salud. Este ciclo virtuoso también conlleva aumentos en la productividad y disminución de las interrupciones o bajas en los flujos de valor de las organizaciones.
Hay que recordar que tampoco es bueno perder la salud para los trabajadores y trabajadoras, porque es un requisito previo y esencial para proveerse de sus ingresos familiares, y que definen el sustento económico de las personas que dependen de él (ancianos, niños u otras personas dependientes).
Los riesgos para la salud en el lugar de trabajo, incluidos el calor, el ruido, el polvo, los productos químicos peligrosos, las máquinas inseguras y el estrés psicosocial provocan enfermedades ocupacionales y pueden agravar otros problemas de salud. Y estos factores son más nocivos cuando el trabajo es menos especializado y también si es un varón quien lo realiza. Si, otra vez, el nivel educacional y el género afectan la salud de personas inequitativamente, ahora nos enfrentamos a virus que podríamos denominar: “acceso a educación” y “prejuicios culturales”.
Y todavía es más interesante si vamos revisando que la ocupación y la posición en la jerarquía del lugar de trabajo también afectan a la salud. Las personas que trabajan bajo presión o en condiciones de empleo precarias son propensas a fumar más, realizar menos actividad física y tener una dieta poco saludable.
Algunas afirmaciones de las OMS indican que:
“Anualmente, 12,2 millones de personas, mayormente de países en desarrollo, mueren en edad laboral a causa de enfermedades no transmisibles.En la mayoría de los países, los problemas de salud relacionados con el trabajo ocasionan pérdidas que van del 4 al 6% del PIB. Los servicios sanitarios básicos para prevenir enfermedades ocupacionales y relacionadas con el trabajo cuestan una media de entre US$18 y US$60 (paridad del poder adquisitivo) por trabajador.Las investigaciones han demostrado que las iniciativas en el lugar de trabajo pueden contribuir a reducir el absentismo por enfermedad en un 27% y los costos de atención sanitaria para las empresas en un 26%”.
Las determinantes estructurales y las condiciones de vida en su conjunto, constituyen las determinantes sociales de la salud, que son la causa de la mayor parte de las desigualdades sanitarias entre los países y dentro de cada país. El fortalecimiento de la equidad en materia de salud, significaría ir más allá de la concentración sobre las causas inmediatas de las enfermedades y analizar las “causas de las causas”
Porque estas determinantes golpean distinto en el bienestar de las personas, dado que se retroalimentan según el estrato socioeconómico en que estén en el momento de una enfermedad o lesión, y tienen un impacto indirecto en la posición socioeconómica de las personas, tornando aún menos saludable su contexto vital.
Por lo tanto: “La importancia del trabajo para la salud no se deriva sólo de que éste pone a la persona en contacto con agentes externos biológicos, químicos y físicos, sino que el trabajo determina un modo de vivir en sociedad…”
Nuestra salud está influida por los determinantes sociales asociados a las circunstancias materiales, factores conductuales, biológicos y factores psicosociales, y ellos se definen por el puente de lo que podríamos llamar la “cohesión social” que dificulta que estas circunstancias y factores sean influidas por el género, la etnia o la clase social.
Para ello diseñamos leyes y normas que desde el gobierno estructuran el mercado del trabajo y las politicas sociales. Ahí decimos lo que aceptamos y permitimos como desigualdad en la educación, la ocupación y los ingresos. Porque sabemos lo que provoca la ausencia de salud y que esta no sólo afecta la productividad actual y futura, también afecta nuestras relaciones como ciudadanos / ciudadanas y nuestro futuro colectivo.
Quizás hoy no sea necesario morir para cambiar una condición de inequidad, quizás no lo vemos necesario porque no nos hemos dado el tiempo para preguntarnos si eso que damos por “natural” en nuestra sociedad lo aceptamos como bueno, quizás porque tampoco sabemos efectivamente los beneficios que podría traernos trabajar para estar saludables.
Palabras claves: salud, saludables, laboral, trabajo, calidad de vida.
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