«No vamos a ser capaces de pilotar nuestra Nave Espacial Tierra durante mucho tiempo más, a no ser que entendamos que es una única nave, y que nuestro destino es común. Tenemos que ser todos, o no seremos ninguno».
Richard Buckminster Fuller
Hacemos un alto en el camino, decretamos un día en que termina un ciclo y lo celebramos. Festejamos tanto el fin del ciclo como la bienvenida del nuevo. Como humanidad lo llevamos haciendo hace años.
Estos días se llenan de buenos deseos, de abrazos, de nuevas intenciones y muchas veces los fortalecemos con ritos familiares o colectivos que buscan abundancia, amor, bienestar en un sentido amplio.
Sin embargo también muchas veces aparece la conversación de que la cosa sigue igual. Que este alto en el camino sólo es un descanso a un continuo que no para, a una fuerza externa que nos lleva a seguir haciendo lo que hacemos de la forma en que lo hacemos. La inercia nos impulsa a seguir repitiendo patrones, sobre todo los que han dado resultado en el pasado, aquellos que nos han dado los resultados que hemos buscado. Cómo no repetirlos.
El tema es que el mundo está cambiando más rápido que lo que nosotros lo hacemos. Antes la evolución nos daba tiempo para adaptarnos, pasaban miles de años para incorporar una nueva tecnología o una nueva forma de organizarnos. Ahora ya no, y eso no es nada de menor. Cambia la tecnología, cambian las condiciones de vida, cambia la forma como nos comprendemos.
Entonces quizás un nuevo cambio, pero tendiente a que sea un cambio permanente, es aprender a vivir en beta, en un proceso de constante aprendizaje y adaptación. Ya no nos sirve la lógica de buscar “llegar al objetivo”. El objetivo en la medida que lo comenzamos a buscar se va moviendo, desdibujando, resignificando. Ya no existen los lugares a los cuales llegar (los que de paso fueron construidos como lógica en culturas que valoraban el orden superior para poder vivir), ya el habitar es distinto.
Acá las claves son muy distintas a lo que hemos aprendido. Ahora es incerteza, cambio, paradoja, movimiento. Algo mucho más orgánico que planificado, más vivo que quieto. La ilusión del control cada vez tiene menos sentido. No es nada nuevo, es encarnar una comprensión que sólo se sostiene en el cultivo de la presencia presente. Pasado y futuro son formas de vivir en el presente.
Y como todo ha ido moviéndose a ritmos exponenciales, desde la Plataforma Áurea, hay un desafío al que queremos sumar a la mayor cantidad de personas. Un habitar regenerativo, un estilo que no sólo sea sustentable, sino también se preocupe de cuidar, de aportar. Cultivar un estilo compasivo, siendo consciente que el futuro del que hablamos viene teñido de una ética. El mundo que creamos en nuestros relatos tiene una responsabilidad ética. Y nuestra opción es ir por la regeneración.
Así aparece una ecuación: Habitar generoso + habitar generativo = habitar regenerativo.
Dar (porque alcanza para todos y los recursos no son escasos y las necesidades son finitas), declarar y desplegar mundos posibles que nos conecten con la épica de lo que se requiere desde una ética de la compasión y comenzar a encarnar un nuevo estilo, uno que nos permita habitar este planeta, el único que tenemos.
Comments