por Catalina Flano
Actualmente, nos gusta hablar sobre que las cosas fluyan. Cuando nos referimos a un objetivo personal, lazo de amistad, una relación amorosa, o incluso un vínculo laboral, podemos usar la frase que fluya para expresar una intención de no forzar que las cosas pasen. Que las cosas sucedan con cierta facilidad y sigan su curso, y que nosotros dejemos que fluyan desde un lugar de comodidad.
Si bien el propósito de esta declaración está dirigido (en general) a evitar forzar las situaciones y el control, el exceso de relajo en torno a ello podría llevarnos a generar el efecto completamente contrario: estancar el flujo de valor.
Cuando hacemos coordinaciones con quien nos estamos relacionando en un contexto de fluir, establecemos acuerdos respecto a determinados temas. Tales acuerdos constituyen una pieza fundamental en nuestra gestión de la confianza en esa relación. Por ejemplo, si hago un acuerdo con mi mejor amiga acerca de reunirnos en nuestro café favorito a las 5pm y yo no aparezco ni le aviso, es probable que mi mejor amiga se sienta justificadamente pasada a llevar con mi comportamiento. Más aún si al confrontarme yo argumento que no fluyó, en lugar de hacerme cargo de mi falta. Lo mismo ocurriría si falto a un acuerdo con un posible cliente, lo que probablemente provoque que pierda el interés de trabajar conmigo.
Argumentar algo no fluyó es poner la responsabilidad de mi actuar en una condición externa, fuera de mi control. Pero todos sabemos que en realidad, siempre hay algo que podríamos haber hecho al respecto. Siempre existe alguna manera de notificar y negociar cuando faltamos a un acuerdo.
Si queremos que las cosas realmente fluyan, resulta valioso tener en mente las siguientes consideraciones:
Nuestras acciones y coordinaciones son una parte esencial de lo que permitimos o entorpecemos que suceda.
Para asegurar el flujo de valor en una relación o vínculo, podemos partir por observar la situación y considerarnos como piezas esenciales en ese fluir. Si el flujo fuese un río, las personas que conforman la relación serían quienes moldean la ribera para permitir que el flujo vaya hacia determinada dirección. Si dejamos que el agua del río fluya al completo azar, externalizando toda responsabilidad, podemos llevar a que el agua se disperse hasta perder toda su fuerza, o bien que se estanque en un lugar que podríamos haber previsto.
Lo que hacemos y cómo lo hacemos es fundamental en el curso final de lo que sucede.
Fluir no es egocéntrico, es en un entorno, es con otros.
La mayoría de las veces, las personas no nos entendemos por arte de magia ni adivinamos lo que el otro piensa o espera de nosotros. Es por esto que la comunicación y coordinación constituyen una pieza clave en el vínculo. Responder a las preguntas ¿qué esperamos de esto?, ¿en qué lugar está el otro y en qué lugar estoy yo?, ¿hacia dónde vamos? Puede darnos una pauta de hacia dónde vamos a dirigir el flujo (si es que queremos hacerlo) y cómo. Si no nos preocupamos de lo que el otro piensa ni de declarar lo que nosotros pensamos, es muy poco probable que podamos llegar a algo juntos.
Los acuerdos son la base de la sincronía en una relación.
Una vez que comprendemos a dónde vamos, los acuerdos son nuestra principal herramienta para construir riberas. Son aquello que nos permite instalar la confianza cuando declaramos lo que esperamos, lo que haremos y somos coherentes con ello.
Cuando somos conscientes de aquello que queremos, lo que el otro espera de nosotros y de cuánto de ello estamos dispuestos a cumplir, los acuerdos pueden hacer fluir la relación.
De lo contrario, cuando estamos confusos y dejamos las cosas al azar, lo más probable es que alejemos a la persona con quien intentamos vincularnos ya que no sabrá qué esperar de nosotros ni sabrá cuándo cumpliremos lo que decimos y cuándo no. La confianza se verá comprometida y el río se dispersará.
Anticipar y negociar los acuerdos puede ayudarnos a evitar el estancamiento.
Ya sea en torno a los acuerdos con otro el anticipar los hechos y negociar oportunamente los acuerdos nos permiten cuidar el objetivo/vínculo y mantener la confianza. Reconocer que no lograremos cumplir el acuerdo que hemos establecido y ofrecer una solución o compensación alternativa puede ser la diferencia entre demostrar que nos importa o que no somos confiables.
Fluir no significa que no tenemos posibilidad de acción ante las circunstancias, no significa que no hagamos nada al respecto, no significa que no tenemos responsabilidad alguna sobre lo que ocurre. Podemos fluir mucho mejor cuando nos hacemos cargo del lugar al que llevamos la corriente. Cuando somos conscientes de lo que hacemos y el impacto que eso tiene en nuestro entorno y quienes lo conforman.
No solo dejemos que fluya, facilitemos que fluya.
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