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Acción en presencia plena

Actualizado: 17 sept 2021

Este año ha sido un año lleno de aprendizajes, de cuestionar certezas, de toparse con la capacidad de acción y con la forma de lograr resultados y al mismo tiempo darse cuenta que lo que ha funcionado no es garantía que vaya a funcionar en el futuro.

Esto se ha visto en muchos ámbitos, en la forma como nos relacionamos como habitantes de un mismo país, en la forma de abordar las problemáticas que nos están tocando, en la manera que buscamos los resultados que generamos. Ya no da con seguir repitiendo fórmulas, no da con seguir habitando el mundo como lo hemos venido haciendo. Estamos en un borde que requiere cambios y esos cambios pasan en gran parte por mirarse en coherencia y hacerse cargo de aquello que en nuestro recorrido hemos ido fragmentando, escindiendo de nuestro ser.

El trabajo que venimos planteando en la Plataforma Áurea tiene mucho que ver con eso, con encarnar aquello que queremos ver, con buscar la forma de ser actores conscientes del mundo en que habitamos, trabajando para llevar la semilla de la integración a los lugares a los que vamos. Este año, en ese sentido, ha sido un tremendo maestro, ya que nos ha puesto de frente con aquello que fragmentamos, con lo que negamos y sólo nos aparece en el otro. En eso Trump, el “No” de Colombia, el Brexit, los atentados, la desigualdad, los políticos… en fin, han sido tremendos maestros que nos han permitido encontrarnos cara a cara con aquello de nosotros que no queremos reconocer y que quisiéramos fehacientemente que estuviera radicado en el otro, en otro equivocado, malo, despreciable, al que pudiéramos dirigir nuestra rabia contenida y culpar de los males que habitamos.

La mala noticia es que ese otro somos nosotros mismos, el egoísmo, la ambición desmedida, la discriminación, la cobardía habitan en nosotros. Son posibilidades dentro de nuestro espectro humano y mientras no lo veamos seguiremos dividiendo el mundo en polos, poniéndonos en la vereda de los “buenitos” para poder, desde un pedestal moral, enjuiciar a los malos.

En el recorrido evolutivo cultural, la mayoría de los estadios en que hemos habitado son fragmentados, surgen uno contra el otro (horizontalidad y jerarquía, caos y orden, flexibilidad y estructura, entre miles de pares cartesianos), y en ese recorrido vamos abrazando a unos y negando a otros, un recorrido pendular de cambio y avance, pero al mismo tiempo de cambio y desintegración. Y eso es lo que no da más.

Tenemos al mismo tiempo la tecnología para salvar el mundo y para hacerlo explotar. Ya no es un asunto tecnológico, es de consciencia, es una forma de abordar el mundo que entienda la vida como una trama interdependiente y que la habite reconociendo la infinita diversidad, al mismo tiempo que es capaz de actuar en pos del mayor impacto tanto en amplitud como en profundidad. Y para ello se requiere cultivar un estado de presencia, de conexión con el presente de una forma compasiva, amorosa y efectiva.

Ese es nuestro compromiso, lo ha sido por años.

Cada vez que nos encontremos con otros, llevaremos al menos la duda que se puede habitar el mundo, las organizaciones, nuestras relaciones de una forma amorosa, efectiva, conectada y consciente. Y que la lógica de polos la usaremos cuando sea útil y no como la regla para mirar lo que hacemos.  

Ahí, en esa conexión buscaremos actuar, tomando opción presente por una nueva forma de habitar el mundo, integrando aquello que hemos fragmentado. Por nosotros, por nuestros hijos y por los que vienen.

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