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VOLVER A MIRAR: EVOLUCIÓN Y BIOMIMÉTICA.

Por Renzo Nicolini


La gran mayoría de los grupos de sapiens del pasado (esto hace unos 30.000 años atrás aproximadamente), pasaban la mayoría de su vida viajando, yendo de un lugar a otro en busca de comida para poder sobrevivir. Todos estos movimientos y recorridos se regían en base a los cambios de clima, las migraciones de los animales y los ciclos de crecimiento de las plantas. Para hacer de su búsqueda diaria de comida, una actividad eficiente y óptima, necesitaban obtener información del ecosistema en el cual se desenvolvían, saber sobre las pautas de crecimiento de las plantas y las costumbres de cada animal ¿Cómo se lograba esto? Mirando y aprendiendo del entorno. Los antiguos cazadores recolectores eran diestros al momento de relacionarse con el mundo de los animales y plantas, y más importante aún, estaban profundamente conectados con sus cuerpos y sentidos al momento de relacionarse con el entorno en que habitaban. Esto último se refleja, por ejemplo, en la atención requerida al más mínimo movimiento entre la hierba por si acechaba algún depredador, observaban detenidamente el follaje de los árboles en busca de frutos y se desplazaban de manera ágil y eficiente. La necesidad constante de ocupar el cuerpo resultaba en que el estado físico de estos sapiens fuera tan bueno como la de maratonista de hoy en día, o un avezado practicante de yoga. El problema, es que hoy en día la mayoría de las personas de las sociedades industriales cree que no necesitan saber mucho acerca del mundo natural para sobrevivir en su día a día, y más importante aún para sobrevivir como especie.

En alguna parte de nuestra evolución, probablemente desde la revolución industrial, algo paso. Creamos un falso mito y empezamos a concebir como cosas separadas a nuestra especie, a los humanos,  de la naturaleza. En relación a la innovación y teniendo a nuestra especie al centro, empezamos a crear desde nosotros, y pensando únicamente en nosotros, sin dar cuenta de las consecuencias de nuestras acciones. Hoy estamos en una etapa evolutiva en la cual la innovación debe tener un rol crucial para hacer frente a la complejización del entorno y para el bienestar de nuestra especie y el planeta. Desde esta perspectiva, Janine Benyus es pionera en una “nueva”  disciplina llamada biomimética (que más adelante veremos que no es tan nueva como dice ser). La biomimética pareciera ser una posible solución a los retos que enfrentamos hoy. Esta disciplina tiene que ver básicamente con aprender de los organismos vivos, inspirarse en ellos. No se trata de domesticar a la naturaleza, se trata que podemos aprender de ella y poder imitar. El problema, la brecha, la distancia que hoy existe respecto al entorno que habitamos no es por falta de información, es por falta de integración (no solo de lo natural, sino que de ideas, culturas, etc). El antiguo cazador recolector tenía la capacidad de aprender de su entorno, pero no tenía la capacidad o la información de dar cuenta de sus actos. Hoy, si tenemos la información pero seguimos insistiendo con formas de actuar poco sostenibles.

El mundo natural desde la biomimética debe ser considerado como un gran mentor, después de todo solo tenemos 200.000 de años aproximadamente como especie. Mientras que el mundo natural tiene más de 3.8 millones de años de versiones previas, fallos, soluciones probadas, adaptaciones elegantes y todo esto en comunión con su entorno. Un dato respecto a esto último; la naturaleza sólo usa algunos pocos elementos de la tabla periódica para crear las grandes maravillas naturales que conocemos. Nosotros ocupamos todos. En ocasiones incluso con más ganas aquellos que son tóxicos. Entonces, dicho de otra forma, no hay que aprender sobre el mundo natural sino que hay que aprender del mundo natural y si hay algo que no se pueda encontrar en la naturaleza, probablemente hay un buen motivo para su ausencia. Quizá ya ha sido probado, y eliminado. La selección natural es la sabiduría en acción dice Benyus.

Los sistemas vivos y, por supuesto, la biomimética, nos pueden mostrar ejemplos extraordinarios sobre la longevidad, la manera de sobrevivir a los constantes cambios del entorno, colaboración, resiliencia, etc. Ejemplos que pueden ser adoptados por organizaciones o innovadores en sus procesos y diseños. Por ejemplo, hay innovaciones que tienen que ver con el aligeramiento de materiales basado en lo que hemos aprendido de las estructuras óseas, se están desarrollando vacunas en seco en base a lo observado de los tardígrados, hay escarabajos que obtienen agua a partir de la niebla, y a partir de este insecto se está innovando en sistemas de regadíos. Se está estudiando también a una langosta que puede estar cerca de otras 80 millones en un kilómetro cuadrado y aún así no chocar una con otra. Las investigaciones sobre sus neuronas están permitiendo entender cómo hacer un circuito de evasión de colisiones.

Un último ejemplo (y de mis favoritos) tiene que ver con las relaciones y la colaboración: hay un tipo de hongo que se desarrolla bajo tierra y que une árboles y arbustos de un bosque entero, funcionando como nodos. Gracias a esta conexión, los árboles intercambian nitrógeno, agua, señales de alerta, etc. Las plantas le dan a los árboles fósforo y ellos a la plantas nitrógeno. Es vital que esa colaboración, esas relaciones que allí ocurren, bajo ningún motivo sean interrumpidas y seamos capaces de integrar esos aspectos a nuestras organizaciones.

Ahora bien, como había adelantado, la biomimética -como enfoque a la adaptación- no es nueva en la historia del hombre. Muchos pueblos indígenas observaban su entorno y aprendían de él. Ejemplo de esto son los cazadores de Alaska, los que cazaban a las focas de la misma manera en que lo hacían los osos polares. Esto refuerza la idea de que en algún momento de nuestra evolución nos desconectamos de nuestro entorno, dejamos de mirar. Pensamos engañados por nuestro ego que ya no necesitamos del mundo natural. Aspectos como la retroalimentación, la auto organización, la diversidad, la colaboración, la resiliencia, son aspectos que nuestras organizaciones hoy en día necesitan y están presentes en la naturaleza.

Asumimos equivocadamente la naturaleza como el gran recurso para ser explotado y como algo que fuera infinito para gastar. De esta manera nuestras lógicas actuales son incompatibles con el mundo que vivimos. Debemos considerar al mundo natural como una gran fuente de aprendizaje. Necesitamos volver a aprender, caminar y desenvolvernos en el mundo con una mente de principiante y con humildad. Seamos una gran organización inteligente, seamos una especie que aprenda. Requerimos de un paradigma integrador y, ojalá, algún día dar paso a un estadio holístico en donde el mundo, el lugar que habitamos pueda ser concebido como un único organismo consciente.

Tenemos poca capacidad de ver las consecuencias de nuestras acciones, nuestra interdependencia ha crecido y al mismo tiempo nuestra conciencia o capacidad para dar cuenta de esa interdependencia ha disminuido. Necesitamos nuevos modelos mentales, ir dando pasos hacia atrás e ir mirando el panorama completo: los sistemas mayores en los cuales nos encontramos.

Es necesario reconstruir el vínculo con el lugar habitamos desde una perspectiva sistémica y tener presente que somos una especie entre muchas más. Estamos llamados a recuperar nuestro respeto e inspiración en los organismos vivos ya que nos pueden conducir hacia la sostenibilidad y la regeneración. Asumir un modelo biomimético de vida, de organización, de producción, de relacionarse,  es conseguir habitar en este mundo teniendo en cuenta que convivo con otros, reconozco a los otros, y me reconozco a mí como especie entre muchas más. Esto es posible, es cosa de volver a mirar.

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