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REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA.

Mucho se está hablando de la revolución tecnológica, del futuro que viene, que en realidad no es tan futuro, sino más bien un presente ya instalado y agarrando fuerza de los cambios que se originarán en las organizaciones y de la necesidad de prepararse respecto a esto. Que la conversación esté instalada es un buen paso, pero ¿comprendemos realmente las implicancias?

Quiero meterme en una dimensión profunda de este fenómeno, una perspectiva ontológica. Lo que sucede con la tecnología no es algo que pase afuera, condiciona absolutamente lo que vivimos y cómo lo vivimos. Se va transformando en las condiciones de vida en que habitamos y desde ahí jalonando formas adaptativas para lidiar con/en esas condiciones hasta generar un calce, un acoplamiento estructural que permite que la vida suceda, se desarrolle y evolucione.

En ese recorrido cada cambio tecnológico va gatillando nuevas formas de habitar el mundo y por lo tanto nuevas ontologías. En algún momento la revolución industrial generó prótesis físicas, que como humanos nos daban mayor fuerza, velocidad, resistencia. Pasamos a coordinarnos con las posibilidades que nos permitían los artefactos, nuestra coordinación es “a la velocidad del auto” y eso se funda en una profunda confianza en la tecnología. Cada vez que metemos la llave al auto esperamos que este parta, y así lo hace, otorgándonos una transparencia para operar en su uso que nos permite operar (transparentemente) a la velocidad del auto y no a la velocidad de a pie.

Lo anterior es la ontologización del artefacto, paso a creer que soy con el artefacto, que es una posibilidad de mi existencia, no una tecnología y eso tiene profundas implicancias personales y culturales. Un ejemplo de ese fenómeno está cuando se cae internet por alguna razón, en muchos casos hay una sensación de ansiedad, de falta de algo existencial. La tecnología está tan metida en nosotros que somos ciegos a eso.

En el caso de esta nueva ola tecnológica también lleva asociada una ola ontológica, que ya no sólo potencia al humano en sus capacidades físicas como la revolución industrial, sino también en sus capacidades cognitivas y existenciales.  Una nueva ontología conlleva una nueva comprensión del mundo, nuevas lógicas, nuevos modelos de gestión y otras culturas.

El gran desafío es que las organizaciones están diseñadas para una ontología anterior, donde el control y mando funciona, donde modelos basados en Taylor han primado y donde aún se cree que el liderazgo es un fenómeno individual. Esta nueva ontología puso en jaque todo lo que creemos sobre cómo hacer organizaciones. El desafío es esencialmente adaptativo, llegó la hora de convivir con una nueva deriva humana.

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