Por Catalina Flaño
Probablemente más de una vez hemos escuchado la frase “trabajar para vivir en lugar de vivir para trabajar” y -probablemente- hasta hemos concordado con ella; pero realmente ¿qué es lo que hacemos para que eso suceda?
Actualmente las organizaciones en las que trabajamos tienden a promover que hagamos una división entre lo que es la “vida personal” y “el trabajo”; como si fuésemos seres capaces de desintegrarnos a gusto, de olvidarnos que tuvimos una pelea con nuestra pareja en la mañana, de olvidarnos que nuestros hijos están teniendo problemas en el colegio, de actuar como si algún ser querido no estuviese muriendo.
Aunque algunas personas creen lograr hacer esta separación exitosamente u operan como si fuese factible, cabe preguntarnos si es posible llevar una vida donde vivir y trabajar puedan ser parte de lo mismo. En Plataforma Áurea creemos que esto es posible a través del propósito o sentido que le demos a nuestro trabajo.
Es posible que muchos de nosotros pasemos la mayoría de nuestro tiempo trabajando. Los horarios comienzan generalmente entre 8-10 de la mañana, terminando entre 5-7 de la tarde, lo que significa trabajar 9 horas al día, generalmente 5 días a la semana. Si a esto le sumamos todas las horas extra en transporte, labores domésticas, etc.; entonces aparece la pregunta ¿en qué minuto del día estamos “viviendo”? No es casualidad que haya tanto ímpetu cuando se acerca el día viernes. La mayoría lo espera con ansias porque sabe que al fin viene el tiempo para hacer las cosas que uno realmente disfruta.
Antes que nos demos cuenta, el tiempo habrá pasado y ya no tendremos 20 o 30 años, tendremos 40 o 50 y nuestros hijos ya serán adolescentes o adultos, su infancia habrá pasado sin que nos percatásemos… Nuestra propia vida habrá pasado sin darnos cuenta.
En este punto, es probable que entremos en la crisis de mediana edad, miremos atrás y pensemos en todo aquello que dejamos de hacer por trabajar. Cada quien tendrá su lista de pendientes que haya dejado irremediablemente. En este punto ya no podemos volver y cambiar lo que hicimos ni cómo vivimos. Tampoco tendremos el mismo potencial de cambiar el legado que dejamos a nuestros hijos. Quizás en ese momento nos preguntemos: ¿dónde estuve ese tiempo?, ¿en qué organizaciones estuve?, ¿qué hicieron por mi vida, la vida de mis hijos y de las personas que los rodean?, ¿es esta misma vida la que quiero para mis hijos?
Esta es la pregunta que los invitamos a hacerse mientras aún podemos hacer un cambio. El legado que dejemos a nuestros hijos depende de las organizaciones que nosotros diseñemos y habitemos. Depende de los cambios que nosotros promovamos. Lo que pase desde ahora a los próximos 50 años, puede verse como algo lejano que no viviremos y de lo que no queramos hacernos cargo, pero quizás sea mejor pensar dos veces sobre quién va a caer toda esa carga.
En Plataforma Áurea ya nos lo preguntamos, y compartimos con ustedes aquello que queremos para nuestros hijos:
Queremos organizaciones que los reconozcan como seres completos, con estados anímicos altos y bajos, con capacidad de autonomía y autogestión, con motivaciones personales válidas y acogidas. Queremos que sus miembros puedan expresarse libremente a través de su lenguaje o su cuerpo; y que puedan disponer de sus tiempos según sus necesidades (de trabajo y personales). Organizaciones que aprecien el arte del ser humano y que no solo promuevan los resultados sobresalientes sino que el cómo se logran esos resultados.
Queremos organizaciones que colaboren las unas con otras, al mismo tiempo que puedan tener una competencia sana y generadora de valor. Existe mucho mayor potencial de afrontar las dificultades que se avecinan en el mundo si integramos fuerzas, motivaciones y propósitos en lugar de dividirnos por dinero.
Queremos organizaciones que no centralicen el poder y dinero en su cúspide, sino que exista equidad dentro de las ganancias de todos. Que no solo utilicen lógica extractiva para ganar dinero, sino que también consideren cómo obtener ganancias desde el apoyo a la comunidad y el cuidado del medio ambiente.
Queremos organizaciones cuyos miembros no sean solo números o trabajadores, sino personas persiguiendo propósitos en conjunto, colaborando. Queremos organizaciones en las cuales nuestros hijos puedan desplegar todo su potencial humano y sientan orgullo de las organizaciones que les legamos.
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